La sortija de Médora - Fragmento




(...)

Un movimiento brusco me sacudió, seguido de los pasos de varias personas. Me di cuenta de que estaba en una pequeña jaula o cajón, puesto que quienes me transportaban no tocaban mi cuerpo, el vaivén aumentaba el dolor en los lugares donde me hallaba apoyada. Me trasladaron algunos minutos, mi estado de confusión me impedía calcular bien el tiempo. Me depositaron nuevamente en el suelo sobre algo húmedo.

Alguien tomó mi brazo y colocó mi mano sobre un cuerpo, no tenía temperatura, era como tocar a una persona que había pasado frío. Su piel era suave y me produjo un estremecimiento.

El anillo en mi mano irradió calor y una ola tibia se expandió desde el dedo donde lo tenía, hacia el resto de mi cuerpo. El dolor cesó y pude despertar, abrí los ojos y vi al hombre por el cual me habían llevado hasta allí, vi al rey.

Delante de mí, sobre un camastro, en una sala llena de otras personas heridas, se encontraba un hombre muy alto y de cuerpo fornido. Lo primero que noté es que en medio de su pecho había un agujero, y aquella humedad que sentí debajo de mí, debía ser su sangre, aunque era demasiado oscura y con un tinte violáceo. No tenía una venda, ni nada, su palidez era mortuoria y entendí por qué se sentía frío. Probablemente estaba muerto.

Un nudo se instaló en mi garganta sin entender por qué, y la sortija brilló, me sorprendió ver que ya no se veía oxidada, sino que era de oro y plata muy pulidos y una piedra verde oscura se lucía en el frente de ella. Se hallaba cubierta de pequeñas inscripciones, de las cuales salía esa luz, no era intensa, pero era visible y esta luminiscencia pasó de mi mano, que estaba apoyada en el brazo de aquella persona, y lo recorrió por completo.

El rey dio una inspiración profunda, pero no se despertó.

***

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